Hace algunos meses salió un artículo en una selección semanal ofrecida por un medio de comunicación escrita. El tema me pareció interesante es sobre la educación que los padres de hoy le dan a sus hijos. Al leerlo me hizo recordar la siguiente reflexión:
"Dejar hacer... dejar pasar"
Si las tomas a las 2 de la mañana y los adolescentes taciturnos ya no mantienen a los padres despiertos, siempre habrá expertos en educación que se preocupen, o al menos esos que convencen a mamás y papás de que están criando una generación de incultos, perezosos y drogadictos.
Pero aunque parezca que vivimos en la edad de oro de los padres con sentimiento de culpabilidad y de los consejos contradictorios, nada de esto es nuevo.
Desde los victorianos hasta Spock o Brazelton, a menudo se ha puesto en tela de juicio la sabiduría convencional.
Puede que esto sea un triste consuelo para los padres y las madres de hoy. Muchos
empujados por sentimientos de culpa y los consejos de los expertos se esfuerzan por estimular, elogiar y velar obsesivamente por sus pequeños en todo momento.
Lisa Belkin, de The Times, lo llama "paternidad centrada en que mi propia madre nunca me dio de mamar, así que yo nunca voy a perder a mi hijo de vista". Pero la hornada de expertos más recientes afirma que esta hipervigilancia es en sí perjudicial.
Un libro, The idle parent : why less means more when raising kids [El padre holgazán: por qué menos es más a la hora de criar hijos] escrito por Tom Hodgkinson, muestra en la portada la ilustración de un padre y una madre bebiendo martinis mientras su hijo pequeño mezcla la siguiente ronda. Otra escritora,
Lenore Senaza, se muestra partidaria de la vuelta de la educación de "rienda suelta" y no basada en el miedo.
Belkin resume del siguiente modo la filosofía: "Presta atención a tus propias necesidades, deja en paz a tus hijos y todo el mundo será más feliz y estará mejor adaptado".
No elogie demasiado a su hijo pequeño por esas dotes de barman. En Nurtureshock:
new thinking about children, Po Bronson y Ashley Merryman critican a los padres actuales, entre otras cosas, por elogiar demasiado, Como alguien escribía en The Times Book Review, creen que elogiar en exceso "privaría al niño de motivación y desincentivará la tenacidad".
Y en caso de que haya familias en las que los padres ya ejerzan menos, también pueden compartir la sensación de culpa. Un nuevo estudio de la Universidad de Columbia, en Nueva York, muestra que los adolescentes que se sientan a comer con la familia menos de tres veces a la semana tienen más probabilidades de caer en las drogas y el alcohol que aquellos que comen en familia cinco veces a la semana.
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