Yo era un swami en la India que viajaba con mi guru, Swami Satyananda, en viaje organizado por toda la India.
Era un día de primavera de 1969 cuando un anciano se acercó a mi guru para pedirle que acudiera a su vivienda para ver a su esposa enferma y llevarle consuelo, sanación espiritual y cualquier sentido de esperanza que pudiera transmitirle. El hombre parecía estar convencido de que si acudía un swami, su esposa cambiaría para mejorar. En esta ocasión, mi guru me envió a mí en su lugar.
Me sentí muy impresionado. Allí estaba yo, un swami joven, con la cabeza rapada, con una sencilla túnica de color naranja y con los pies descalzo, que formaba parte de un viaje organizado, y que salía por primera vez por cuenta propia. Caminaba descalzo porque, durante el viaje, cada vez que llevaba sandalias y las dejaba fuera de un hogar en el que entrábamos, desaparecían invariablemente. Había vivido apartado del mundo durante una buena parte de un año, dedicado a una intensa meditación y a la observación del silencio. La poca comunicación la mantenía con los otros que también vivían en el ashram. ¿Y ahora tenía que ayudar a alguien a curarse?
Tomamos un rickshaw, guiado por un hombre que sostenía el vehículo y que corría muy rápido. Nos llevó a una zona del pueblo y nos dejó delante de una cabaña de barro. Después de entrar, fui saludado por una mujer que me ofreció unas bananas. Se considera que todo invitado es enviado por Dios, y como tal se le trata. Cuando el que hace la visita es un swami, la costumbre es ofrecerle fruta. Mientras yo tomaba la fruta, la mujer se puso a llorar como si viera a Dios en mí. Me dirigí hacia la cama de una persona enferma y percibí que todo el mundo se sentía muy aliviado por el hecho de que yo estuviera allí. Nadie sabía hablar inglés, y yo no sabía hablar hindi, a excepción de unas cuantas palabras, pero nos comunicamos mediante gestos. La estancia aparecía inundada por una luz delicada, llena de un silencio pacífico y suave. Me encontré recitando el mantra "Om Namah Sivaya". En aquellos momentos ni siquiera sabía lo que significaba. Pero todos parecieron sentirse satisfechos y me marché. Fueron todo sonrisas, como si yo hubiera realizado un milagro. Su fe era abrumadora. Más tarde se me dijo que "Om Namah Sivaya" era un poderoso mantra curativo.
EDDIE
"Crear un momento para la sanación significa crear tiempo para ser tiernos y bondadosos con nosotros mismos, para encontrar un equilibrio y entrar en nuestro propósito, para regocijarse en cada momento y hacer que valgan la pena todos nuestros momentos, para no tener miedo alguno de pedir ayuda o apoyo."
Extraído del Libro "La sanación" Eddie y Debbie Shapiro
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